diciembre 16, 2010

Capítulo 1 "Tiempos Apresurados"

            Lo recuerdo perfectamente, casi como si fuese ayer. Rondaba el año 1899 y un montón de cambios se preveían en el pueblo, la ciudad y creo que en general en todo el mundo. Cambios políticos, de modas, e incluso de estado civil para mucha gente y sigo sin entender el por qué se instaló esa creencia de que había que casarse antes del nuevo siglo, quizás era simple superstición.
Todos se apresuraban en buscar esposa, en construir y reformar casas, etc. Todo mi alrededor estaba en contínuo movimiento.
Yo, por mi parte, trataba de vivir ajeno a toda aquella locura, a ese tiempo de desafuero y liviandad. Aislado de todo aquello, vivía con mi familia adoptiva en una pequeñita granja, al sur del pueblo, muy cerca de las montañas que lo rodeaban, justo detrás del Gran Lago.
El paisaje era maravilloso. El aire con ese olor tan agradable a hierbabuena y al perfume de las florcillas moradas contrastando su intenso color con el verde del fino manto de hierba y un salteado entresijo de tulipanes amarillos.
Me pasaba los días ayudando en las tareas de la granja, que no eran pocas y ni siquiera veía a mis vecinas más próximas, la señora Mercedes y su hija Nassay.

La señora Mercedes que vivía en una casita al oeste del lago a unos 400 metros de la linde de nuestra granja, era una mujer encantadora y preparaba un asado de caballo exquisito.
Su hija, la joven Nassay, era realmente bella. Tenía una miranda profunda y largos cabellos negros como el azabache, unos labios que ...era el ser más hermoso que jamás había visto.
No sólo era bella, además muy inteligente y educada, la chica más lista del pueblo. Nassay también heredó el arte culinario de su madre, pues preparaba unas tartas que ganaban todos los años el concurso de postres de la primavera del condado.
Aquel año lo recuerdo en especial, cómo olvidarlo. Ella cumplía su vigésimo aniversario en Abril y a esa edad se alcanzaba legalmente la mayoría de edad y como era costumbre se daba una gran fiesta en la que se reunían todos los jóvenes del pueblo.
Me encontraba yo reparando una parte del vallado cuando oí como mi madre me llamaba a gritos y sorprendido acudí enseguida a ver qué pasaba.
- ¿Qué ocurre mamá? - le pregunté asustado.
- Han venido a verte hijo. - me dijo con tono intrigante.
Cual sería mi cara de asombro cuando vi a aquel ángel en el recibidor de mi casa esperándome, a mí, al joven más solitario y extraño del pueblo.
- Ho-o-o-o-la, ¿co-como estas? - tartamudeé sin remedio y las piernas me temblaban.
Nassay sonrió dándose perfecta cuenta del estado nervioso que me recorría cada centímetro del cuerpo y dijo:
- Hola Daniel, he venido a invitarte a mi fiesta de cumpleaños. Además necesito que me hagas un gran favor.
- Sí, sí, sí, claro, lo que-que qui-quieras. -tartamudeé otra vez.
- Verás, mi madre y yo necesitamos que nos repares el cercado del huerto, pues se ha roto y los caballos se comieron todas las verduras, ¡es un desastre!
- Bien, mañana a primera hora estaréen tu casa y dejaré todo como nuevo.
- Muchas gracias, sabía que podía contar contigo y por eso te traje este pastel que yo misma he preparado hace un ratito. Ten cuidado que aún está caliente.
- Gracias Nassay, no tenías que haberte molestado.
- No ha sido molestia, lo hice con mucho cariño para tí, Daniel.
Y la cara se me encendió como si estuviese encima de una hoguera. Mi madre comenzó a reir con unas carcajadas un tanto exageradas que en cierto modo me incomodaban aún más, y despidiéndose de nosotros algo sonrojada, Nassay se marchó.
Volví a mi trabajo y quise continuar reparando mi valla pero me fué imposible concentrarme. La veía por todos lados, a donde quiesiera que mirase veía su rostro. Trataba de clavar un clavo pero sólo conseguía golpearme la mano.

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